Música y emoción, al son de la aceptación.
Una lágrima que cae por la mejilla al ritmo de una melodía de fondo. Esa sonrisa que nace del estribillo de una canción. Sacar la rabia acumulada o sentir la fuerza necesaria para salir adelante, con solo un par de notas… Ese es el poder real de la música, el que no se escribe en partituras, pero que es capaz de ser leído por el corazón y queda grabado en nuestro interior.