Hoy os escribo desde mis profundidades. Esos momentos en los que las aguas están turbulentas, haciendo que el mar se vea turbio, sin sentido, sin dirección. Arrastrando todo lo que encuentran por su paso hasta romper con las rocas, que con la serenidad de llevar años ahí, inamovibles, se dejan sacudir. Acogiendo cada ola con la misma amabilidad y aceptación que cuando sus aguas cristalinas y tranquilas las acarician. Sabiendo que hasta que no pase el temporal no pueden cambiar nada, solo acompañar. Recordándole con su saber estar que el temporal no son las aguas, ni tampoco el mar, sino una forma de estar. Pues al igual que viene, el temporal se va.