
¿Cómo gestiona una psicóloga sus emociones?
Hoy me he asomado al otro lado del blog, lanzándome a leer todas las publicaciones. Y ¿sabéis qué me ha ocurrido? Por un momento me han entrado unas ganas tremendas de «ser feliz» con esa facilidad que se deja entrever. Unas ganas terribles de ser la persona que lo escribe, de vivir su vida con ese halo de felicidad y paz constante. Eso es lo que parece, ¿ verdad? ¡Todos querríamos ser esa persona! Os confieso que yo también. ¡¡Firmaba!! ¡ Y nooo! No es que no sea yo quien escribe todo esto. Os explico…
Sí, todo lo que leéis es mío, no es que esté plagiando a nadie. Simplemente sucede que cuando me miro, y la gente que me conoce puede corroborarlo, soy una mortal con sus problemas e imperfecciones. No tengo ningún haz de luz que me rodee, ni los pájaros cantan cada vez que hablo. Es más, por las noches ronco y cuando me levanto tengo legañas. Muchas veces me cabreo sin motivos y lo pago con las personas que tengo a mi lado día a día. Otras tantas me siento perdida sin rumbo, insegura de mí misma. ¡Tranquilos que no os aburro con todos mis problemas!
Pero hoy, leyéndome, he descubierto que una cosa no quita la otra. En mi vida hay momentos de lucidez y momentos de menos lucidez. ¡Y qué coño! Momentos de caos absoluto, de dolor y sufrimiento. Momentos en los que no me encuentro ni yo, y sinceramente preferiría no tener que hacerlo, con encontrar la señal de «EXIT» para salir de mí misma sería más que suficiente.
No sé si supone una decepción para algunos de vosotros, pero para mí supone una gran alegría. Y es que esa es la gran majestuosidad. Que no hace falta ser perfectos, ni que nuestra vida lo sea (de hecho nunca lo será), para ser felices y disfrutar de un poquito de paz en nuestro día a día, con sus idas y venidas. Pues al fin y al cabo esa es la vida. No amigos, no solo la mía, ni tampoco la tuya. Sino la de todos y cada uno de nosotros. Y si queremos ser felices, debemos aceptar y aprender a convivir con esta realidad humana. Ya te sabes el dicho, ¿no? «Son lentejas, si las quieres las tomas y si no…» ¡Pues eso!
Simplemente os cuento esto porque el leerme, me ha permitido sentirme desde el otro lado del espejo, desde el que estáis vosotros. Sentir lo que se proyecta de mis palabras. Y he experimentado una sensación engañosa y muy adictiva, al mismo tiempo que frustrante, de felicidad, que nada tiene que ver con la realidad. Porque sinceramente muchas de las reflexiones que comparto, algunas frescas y actuales, otras más añejas, provienen en su mayoría de momentos de desasosiego; gracias a los cuales he conseguido avanzar en mi desarrollo y aprender lo que es sentirse a gusto con uno mismo, encontrar el equilibrio y cómo conseguirlo. Eso no quita que de vez en cuando vuelva a caer en la oscuridad.
Tras haberme visto embaucada en mi propia trampa, prefiero ser sincera. Mostraros un poquito de lo que hay detrás de la pantalla, de mis imperfecciones y de mis tormentos, para no caer yo ni dejaros caer en algo que no soy, y no pretendo ser. Y es un gurú de la felicidad o el bienestar, que no tiene problemas, que no sufre, que no se enfada… Porque sinceramente no creo en ello, y es que según mi experiencia personal y profesional la felicidad no es que todo lo que ocurre en tu vida sea positivo, sea fácil. Esto simplemente es imposible. Es el sueño que nos venden y nos frustra día a día. Un modelo lleno de FACILIDAD y vacío de FELICIDAD, que suena parecido pero no es lo mismo.
Pero eso ya os lo cuento otro día.
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