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Felicidad, ¿pública o privada?

una chica sujeta una bengala

Siempre se habla de la privatización de la salud y la educación. Pero nadie lo hace sobre la privatización de la felicidad. Quizá sea porque nunca llegó a ser pública. Muchos estaréis pensando: “Ya lo que faltaba, pagar impuestos para que el vecino sea más feliz”.

Sí, sé que parece una auténtica locura, incluso un capricho, pues se trata de algo de carácter inherentemente personal. Pero eso no quita que no pueda ser fomentado por las instituciones públicas, como ocurre con la salud y la educación. El modelo público parte de la base de que todo bienestar personal revierte en el bienestar social de la población. Y entonces, ¿por qué no apostar por un Ministerio de la felicidad dirigido por profesionales de la materia, que fomente un modelo real de felicidad basado en las evidencias científicas, que devuelva a esta palabra su verdadero significado, que promueva una alfabetización emocional como un día se hizo con la educación?

Muchos pensaréis que se me ha ido la cabeza. Que lo único que esto conllevaría sería un adoctrinamiento en nuestra forma de concebir la felicidad, en nuestra forma de sentir, de actuar, de vivir… Da miedo sólo de imaginarlo, ¿verdad? Pues entonces dejad de imaginar y observad la realidad. Realmente, da más miedo ver como el modelo de felicidad referente en la actualidad viene patrocinado por Coca-Cola et al (os invito a que echéis un vistazo al instituto de la felicidad y los congresos que organizan). Empresas que no conformes con que compremos sus productos, nos venden diariamente un modelo de felicidad falso, vacío. Con el objetivo de desorientarnos en el camino y hacernos consumodependientes como único modo ser menos infelices, mientras se aseguran así que sus bolsillos continúen llenándose.

Para los que sigáis pensando que la felicidad no es una cuestión de dinero, lleváis toda la razón. La felicidad, para el mal de unos pocos y el bien de la Humanidad, ni se compra, ni se vende. He ahí el problema, que han conseguido que nos olvidemos de esto. Por ello me pregunto si un bien tan preciado en la sociedad como la felicidad no debería ser protegido y promovido de forma pública y no abandonado en los intereses de manos privadas.

 

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Esta entrada tiene 6 comentarios
  1. Qué interesante! Me recuerda un poco al debate: educación para la cuidadanía, ¿Sí o no? ¿Acaso la moralidad es digna de ser «enseñada» en una institución como es la escuela? ¿Y cuál de las moralidades posibles es la más adecuada? ¿No es algo demasiado personal como para que se comparta a nivel colectivo?
    Y volviendo a la felicidad… Me gustaría conocer cuál es la representación mental de la gente acerca de lo que es la «felicidad», ¿Y si no la estamos consiguiendo porque hemos creído en ella como el último fin al que aspirar en nuestras vidas?, ¿En qué consiste verdaderamente la felicidad?, ¿Y si alguien nos hubiera explicado hace muchos años que aferrarse a ella para determinar si una vida ha merecido la pena o no, no era el mejor enfoque? Se me ocurren tantas preguntas… que la única respuesta que tengo en mente es que sí, que el bienestar, llamémosle felicidad, o como queramos hacerlo, debe ser una cuestión más explícita en nuestras vidas.

    1. Sí, la verdad que es un debate difícil de responder, porque de primeras parece que depende de una cuestión personal. Sin embargo,la ciencia está demostrando que hay ciertas bases sobre las que se fundamenta la felicidad o bienestar, más allá de cuestiones personales. Lo que veo es que esta necesidad, en vez de cubrirse desde los profesionales de la materia que son los que verdaderamente pueden promover contextos reales donde cada uno desarrolle su bienestar, ha sido detectada por el mercado y se está cubriendo desde el consumo. Este propone un enfoque erróneo y vacío, que no solo ofrece unas herramientas que no llevan a ser más feliz, en tal caso a ser menos infeliz en este modelo, sino también un concepto de felicidad falso. Nos hacen confundir la euforia y otras emociones con la felicidad. Además lo venden como si fuese posible mantenerse en ese estado de forma permanente, lo cual es totalmente insostenible y es entonces cuando acudimos al consumo para volver a ese estado emocional. (Como estrategia comercial tienen un 10, pero no lo confundamos como bienestar). Sin embargo, nadie nos habla de que ese aferramietno es precisamente lo que nos aleja de la verdadera felicidad. Creo que se debería en educar, sino a cómo ser felices, a cuál es el verdadero significado de esta palabra tan desgastada y sobre qué bases se sostiene. A partir de ahí, todos seríamos un poquito más libres para decidir qué camnino elegir, si el de la FACILIDAD o el de la FELICIDAD. Pero esto ya lo trataré en otro post que tengo pendiente.

      Crear espacios como este de reflexión común me parecen básicos para salir de la espiral automática en la que vivimos. No se trata de ser dogmáticos y proponer una verdad absoluta (¿quién la tiene?) sino de debatir y confrontar opiniones. Así que muchas gracias por participar y hacer reflexionr a todo el que lea el blog, y por su puesto a su autora. Un abrazo!

  2. Gracias a ti por darnos a pie a la reflexión, con menuda has ido a dar! 😉

    Ciertamente, la sociedad nos ofrece el consumo como medio para sentirnos bien, satisfechos y supongo que exitos@s. Porque todo aquello que adquirimos responde a necesidades… ¿O no? Pero, ¿Cuándo surgieron esas necesidades? Ah, en el mismo momento en que somos conscientes de que carecemos de algo. Y entonces caemos en la cuenta de que lo necesitamos en nuestra vida, sí o sí. Pero necesidades, como necesidad propiamente dicha, tenemos pocas. El resto, dicen, son deseos. Pero transformar un deseo en una necesidad, como comprobamos diariamente, es más sencillo y cotidiano de lo que puede parecer.

    Y querría terminar con la respuesta que dio Bob Marley ante la pregunta de si había ganado mucho dinero con la música… adjunto link 😉
    https://www.youtube.com/watch?v=8zS1A9idjUM

    1. Me quedo con la respuesta de Bob Marley:»My richness is life». Desgraciadamente sólo nos damos cuenta de ello cuando la vemos en riesgo.

      Pd:Egoístamente me alegra que vuelques tus ganas de filosofar por aquí!

  3. Interesante el debate que planteas en este post. Reflexionando un poco sobre el tema, comparto todas las preguntas que le surgen a Bolaxi.
    Desde de mi punto de vista, partimos de una suposición que aunque debiera, no es del todo real. Y es que hay gente que decide no ser feliz.
    En este sentido, ¿Cómo justificar un Ministerio de la Felicidad?
    Además, ¿Cómo debería enfocarse desde el sector público? Veo cierto paralelismo con lo que entendemos por libertad.
    Estamos de acuerdo en que, en ocasiones, la libertad del prójimo cohíbe la nuestra propia. ¿ No ocurriría lo mismo con la felicidad? ¿ Sería posible un estado de felicidad global?
    Probablemente el problema sea el concepto que tenemos en nuestras cabezas de estas palabras.¿ Pero acaso son compatibles como bien común?

    1. Me encanta leer respuestas como esta, porque me hacen ir más allá de lo que escribo. A veces para deshacerme de esa idea inicial y otras para enrriquecerla. Veamos qué sale de tu comentario.

      La palabra felicidad siempre me crea una doble sensación. Por un lado, un rechazo muy grande, pues el uso que se le suele dar hace que suene tan banal y superficial, que tus argumentos parece que pierdan peso. Pero al mismo tiempo es la tristeza e indignación que este hecho me produce (el que las empresas y la publicidad la hayan mercantilizado hasta transformarla), lo que me lleva a usarla. Usarla con el objetivo de volver a hacerla nuestra, profundizando en ella, desmitificándola y dándole un significado más real, sin tanta floritura.

      Este punto es precisamente el que me lleva a reflexionar si debería estar promovida por los profesionales de una manera pública. Y cuando digo promovida no me refiero a «enseñada» como algo dogmático de única dirección. Si no proporcionando unas bases de salud, más allá de lo físico, y de educación más allá de lo cognitivo, a las que hay gente que llega por su propio camino. Pero desgraciadamente la mayoría nos perdemos ante las señales confusas que nos invitan al consumo, la evasión,las facilidades, el individualismo, el sedentarismo etc, alejándonos de ella.

      Considero que hay un trabajo muy necesario en este campo de explicitación y desmitificación de lo que supone «ser feliz», que desde mi punto de vista y experiencia, está más cerca del sentirse plenos, serenos, conectados, queridos…. . Si le preguntas a cualquier persona sus momentos de felicidad, o te fijas en los tuyos posiblemente se basen en cosas muy sencillas, pero de mucha profundida: en una playa con el sol y la brisa, o igual abrazados a una persona, una mirada, una sonrisa. Situaciones más simples de lo que a veces pensamos. Y recordarnos esto, en vez de atiborrarnos a anuncios que nos prometen la felicidad, es algo que se hace cada vez más necesario. Yo como profesional, como ciudadana y sobre todo como persona, trato de hacerlo. Pero eso me lleva a reflexionar si las instituciones públicas no debería tomar posición.

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